Había una vez un chiste tan, pero tan malo que le pegaba a los chistes más pequeños.
Había una vez una señora que tenía un ataque de risa, y un ataque de risa, y un ataque de risa. Un día la señora se murió e inmediatamente fue traslada para hacerle la autopsia, ¡y no dieron con el chiste!
Había un campo tan verde, tan verde verde, que las ovejas menores de dieciocho años no podían entrar.
Había una vez un hombre tan feo, tan feo, que fue a un concurso de feos y lo perdió por feo.
Había una vez, un tipo tan feo, pero tan feo, pero tan feo, pero tan feo, que con su cara hacia llorar hasta una cebolla.
Había una familia tan pobre, que cuando pasaba el carro de la basura le decían que dejara dos bolsas.
Había una mujer tan, pero tan flaca que cuando sacaba la lengua se iba de boca.
Había una vez un señor tan gordo, que cada vez que daba una vuelta era su cumpleaños.
Había una vez una señora tan arrugada, pero tan arrugada que cuando lloraba, las lagrimas les bajaban en jeep.
Había una vez una ollita que no quería ser olla, y las otras ollas le insistieron y la presionaron tanto para que lo fuera, hasta que se volvió una olla a presión.
Había una vez una persona tan pobre, tan pobre, tan pobre que no tenia ni hambre.
Había una vez un carro tan, pero tan viejo, que el conductor sacaba la mano para virar, y le daban una limosna.
Había una vez una mujer tan fea, tan fea, tan fea, que un día se encontró con una tribu de indios y estos le dieron un caballo para que se escapase.
Había una vez una vaca que se comió un vidrio, y la leche le salió cortada.
Había un hombre tan, tan, pero tan, que se creía campana.
Había una señora tan flaca, tan flaca, que el brassier decidió suicidarse, porque según dijo estaba cansado de llevar una vida tan vacía.
Había una vez un obstinado que se quería tirar de un edificio de 40 pisos, pues consiguió uno de 20 pisos y se tiró dos veces.
Había una vez un tipo tan negativo, pero tan negativo que un día se desmayó y en lugar de volver en si volvió en NO.
Había una vez un tipo tan, pero tan feo, que cuando nació su mamá no sabía qué escoger; si la placenta o a él.
Había una vez un señor, tan, pero tan tan tonto, que ponía el diario en el freezer para leer noticias frescas.