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 EXISTEN LOS VAMPIROS? 1º PARTE

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arberserker
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MensajeTema: EXISTEN LOS VAMPIROS? 1º PARTE   EXISTEN LOS VAMPIROS? 1º PARTE Icon_minitimeLun Feb 25, 2008 4:39 am

Acaso todas las historias de vampiros son sólo materia de pesadillas o de películas de terror? Existen pruebas de que el miedo a los vampiros es hoy tan real como lo ha sido siempre.
A primera vista, la creencia en vampiros parece ser la más descabellada de todas las supersticiones. Los fantasmas, e incluso los hombres-lobo, parecen relativamente racionales comparados con la idea de unos cadáveres que abandonan sus ataúdes por la noche para chupar la sangre de los vivos; sin embargo, las leyendas en torno al vampirismo han persistido desde tiempos inmemoriales, y todavía hay quien la sustenta hoy.

El problema que rodea las leyendas y creencias relacionadas con los vampiros estriba en separar la fantasía -para algunos eso es todo lo que hay en ellas- de la verdad. A una persona racional se le puede disculpar el que contemple la búsqueda de «vampiros auténticos» con un escepticismo más que considerable, puesto que, ¿cómo pueden existir semejantes criaturas? ¿No serán tan sólo fruto de la imaginación?

No obstante, hay noticias de que en la Europa oriental, en el siglo XVIII, el vampirismo había alcanzado unas proporciones casi epidémicas. La documentación al respecto es tan detallada, y entre los testigos figuran personas tan dignas de crédito (como clérigos y médicos), que parece imposible que todas ellas estuvieran equivocadas. Sin embargo, el escéptico puede alegar aquí que cabe que los clérigos del siglo XVIII hubieran dicho la verdad, sí, tal como la veían ellos, pero que esta verdad se hubiera visto lamentablemente mezclada con el miedo, la superstición y la ignorancia. Y antes de relegar a los vampiros a la categoría de reliquia del oscurantismo, tal vez deberíamos considerar la moderna controversia sobre lo que constituye el estado de la muerte. Si, con los equipos técnicos más avanzados a nuestra disposición, todavía no podemos ponernos de acuerdo en cuanto al momento preciso de la muerte, tal vez no convenga pasar por alto estas noticias sobre los vampiros que nos llegan con una antigüedad de 200 años.

Según los informes de que se dispone, Austria, Hungría, Yugoslavia y Rumania (que estaba entonces dividida en los tres estados separados de Valaquia, Moldavia y Transilvania) se vieron particularmente infestadas por el vampirismo en los siglos XVI, XVII y XVIII. Éste constituyó un problema que implicó a centenares de testigos oculares, pertenecientes a todas las capas de la sociedad. Un cirujano, llamado para investigar una serie de casos, escribió: «El vampirismo... se propagó como una pestilencia a través de Eslavia y Valaquia, causando numerosas muertes y trastornando todo el país con el temor a los misteriosos visitantes contra los cuales nadie podía sentirse seguro.»

La mayoría de los casos descritos en estas regiones y en dicha época presentaban rasgos comunes; un relato clásico es el que cita a una delegación que salió de Belgrado en 1732 para investigar el caso del supuesto vampiro que, al parecer, atacaba sistemáticamente a los miembros de una familia en una aldea remota. Cuando los funcionarios investigadores llegaron allí -entre ellos figuraban hombres de tanta importancia como el fiscal público- se les dijo que un aldeano, que había fallecido tres años antes, había regresado como vampiro para aterrorizar a su propia familia. Había matado ya a tres sobrinas y un sobrino desangrándolos por completo, y hubiera dado muerte a su quinta víctima -otra sobrina, bellísima- de no haber sido interrumpido en su tarea y obligado a huir en las tinieblas de la noche.

Los delegados oficiales y los supervivientes de la aterrorizada familia se reunieron alrededor del «vampiro» al caer la oscuridad. Cuando abrieron el ataúd, encontraron lo que, según todas las apariencias exteriores, era un hombre dormido (o tal vez inconsciente). Debiera haberse descompuesto mucho tiempo antes, pero lo cierto es que parecía tan rebosante de salud como cualquiera de los que contemplaban su tumba. Tenía los cabellos y las uñas largas, los ojos entreabiertos, y su corazón todavía latía. De acuerdo con la norma tradicional, el corazón del «no muerto» fue atravesado con una barra de hierro aguzada en un extremo. Brotó una mezcla horrible de líquido blanco y de lo que parecía ser sangre fresca, pero era preciso terminar el trabajo y, por tanto, cortaron su cabeza con un hacha y sepultaron aquellos restos macabros en una fosa llena de cal viva.

Según otra historia de vampiros, ambientada en el mismo lugar y en la misma época, un joven soldado húngaro, que se alojó en una granja de la localidad, se sintió trastornado ante la reacción de la familia propietaria de la misma cuando una noche, durante la cena, llegó un anciano y se sentó a comer con ellos. Tocó el hombro del granjero, y toda la familia dio muestras del más vivo terror. Al día siguiente explicaron al soldado los motivos de su actitud. Dijeron que durante aquella noche el granjero había muerto a causa, según ellos, del anciano que le había rozado; el anciano en cuestión era el padre del granjero, y llevaba más de diez años muerto. La desconsolada familia insistió en que no se trataba de un mero fantasma, sino de un vampiro. Impresionado por lo que había visto y oído, el soldado explicó el caso al jefe de su regimiento, el cual ordenó que se abriera la tumba del anciano. El siniestro visitante de la noche anterior yacía allí como si acabara de morir, pero sus venas contenían sangre «como la de un hombre vivo». Le fue cortada la cabeza y se dejó que su cadáver descansara, esa vez para siempre.



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